jueves, 9 de junio de 2011

ALEJANDRO APO

“Siempre fui un hombre de radio”


De su infancia porteña a la pasión familiar por la lectura, y de las apuestas por los burros y los aciertos K, NU charló con el comentarista de fútbol que no se siente escritor, que rescata a Bianchi como DT y repudia el ninguneo al 10. Texto por Marcelo Maccio Villegas


El tamaño de su cabeza es mayor al de la media; tiene un caminar lento, pausado, pero la característica que lo diferencia es su voz, que también suena lenta, pausada. Dice “Hola, nene” y queda claro que se trata de Alejandro Apo. A la salida de su programa en Radio Nacional –Donde quieras que estés, de lunes a viernes de 15 a 17– accede a charlar con Noticias Urbanas, sin restricciones y con una calidez incomparable.

Sobre el cambio de emisora que tuvo el último año, Apo aclara: “Estuve en una radio como Continental que tiene una llegada formidable, pero ahora estoy en Nacional, que también tiene una llegada formidable y me siento muy cómodo, muy bien, no noto un cambio grande”.

–¿La salida de Continental fue por temas económicos y no por tu posición a favor de la Ley de Medios?
–No tuvo nada que ver mi posición, como algunos dijeron. Estoy de acuerdo con la Ley de Servicios Audiovisuales que impulsó el Gobierno nacional para sacarle el poder al monopolio y para que haya medios de comunicación democráticos. Es una ley de la democracia para la democracia, que fue votada en ambas cámaras y que aún no se pudo implementar porque la interrumpen en algunos puntos los poderosos que no quieren democratizar los medios sino continuar teniendo su control en la Argentina.

–¿Te considerás oficialista?
–Tengo mucha afinidad con este gobierno. Estoy muy de acuerdo con lo que hace. Es un gobierno que ha reformado y ha podido poner en la sociedad una discusión que antes estaba en el ocultamiento. Se terminó la Argentina del oscurantismo, de no cumplir las cosas. La Ley de Asignación Universal por Hijo es una medida de avanzada, de un gobierno nacional y popular, que, además, le exige a cada persona que goza de esa ayuda que anote a sus chicos en el colegio.

–¿Qué opinás de programas como 6 7 8 y Duro de domar o Palabras + palabras -?
–Es una cuestión de gustos y estilos. 6 7 8 es un programa que me gusta, pero hay otros que también. No me parece que sea una cuestión de elegir por ideología, sino por si te gusta o no, que es como yo los elijo.

–Editaste un libro y fuiste compilador de otro, ¿sentís que sos escritor?
–No soy escritor, soy comentarista de fútbol. Edité, expresé en un libro, como una crónica, no como un estilo. Primero la gente de Alfaguara me llamó para seleccionar cuentos de fútbol y lo hice. Y escribí un prólogo, pero eso no es escribir, es compilar. Después, en Con todo mi afecto, Aguilar me dio la oportunidad de contar cómo un programa radial se transformó en un espectáculo teatral y una experiencia en mi vida personal.

–¿Cuál es la mejor formación para quien quiere convertirse en periodista?
–A mí la ignorancia me hacía preguntar mucho y al común de la gente eso la representaba mucho. Pero considero que tengo una asignatura pendiente, esencial, que es que no me formé en una redacción de diario. El periodismo escrito es formador de los que después pueden ser escritores. Muchos lo son, pero yo no tuve esa formación, yo siempre fui un hombre de radio.

–¿Qué sentís cuando se te tilda de ser una persona que acerca la gente a la literatura?
–Me parece una medalla que me pone la gente, porque en un mundo que no invita a leer, si nosotros generamos con los cuentos de fútbol que los pibes se acerquen a la aventura fascinante de leer un libro, nos sentimos satisfechos. Muchos profesores y profesoras de todo el país nos piden bibliografía de cuentos de fútbol, y los chicos entran por ahí a los cuentos de Fontanarrosa, Galeano, Sacheri, Soriano, Dolina… y por ahí los meten en la literatura.

–Y en el terreno futbolístico, ¿qué opinión te merece Diego Maradona?
–De ninguna manera juzgo a Diego por su cuestión personal, porque yo no puedo ser juez de nadie: mi vida está llena de defectos, he hecho tantas macanas en mi vida… entonces, qué voy a ser yo juez de debilidades de otro hombre. No lo juzgo, además le tengo un cariño eterno. Lamento mucho el ninguneo al que ha sido sometido luego de un dignísimo Mundial que ha hecho con los muchachos, con los jugadores, con un quinto lugar y perdiendo con Alemania, que es un grande y que le puede ganar a cualquiera en cualquier momento. No me parece indecoroso para nada.

–Pero Alemania ganó 4 a 0 y podría haber sido peor.
–El partido real era 2 a 0. Después se desfonda, todo futbolero sabe que el partido era 2 a 0, que la Argentina no jugó el partido que debía jugar y que en esas instancias hay que jugar grandes partidos contra los grandes. Alemania ganó perfectamente, no hay ninguna discusión. Pero luego de ganar cuatro partidos en el Mundial y terminar quinto, hacerle en la AFA ese ninguneo a Maradona, ese voto unánime (NdR: se refiere a la votación por la que se decidió no renovarle el contrato) me pareció una cosa muy rara.

–Los votos unánimes del Comité Ejecutivo.
–Es el voto de Grondona. Es así. Punto.

–¿Te sentís identificado con alguna escuela de fútbol? ¿El Boca
de Bianchi, el Estudiantes del 69, el Huracán del 74?
–Tengo diversidad de criterios, no tengo una línea. Empecé más cerca de Menotti y terminé más cerca de Bilardo, porque Menotti cree que el fútbol es a partir de sus ideas y no de las características de los jugadores, por eso me parece un entrenador extraordinario Bianchi, porque adapta las características de su estrategia a las de sus jugadores.

La charla hace una pausa y Alejandro aprovecha para probar algo de lo que pidió: un vaso de leche descremada tibia y dos tostadas de pan negro. “Hubo un momento –comenta al pasar– en que no podía ni comer, comía en medio de las charlas, porque no tengo tiempo, laburo de lunes a lunes. Hace un tiempo tuve un tema de salud, no grave, estaba muy arriba la glucosa y se me subió la presión. Yo no me cuidé en su momento y ahora estoy en pleno régimen”, comenta.

–¿Qué relación tenés con el psicoanálisis?
–Tuve uno de los mejores psicoanalistas de la Argentina, Raúl Conforti. Me dio un alta relativa, porque después de diez años los temas se repetían y entonces me dijo: “Ya no tenemos que seguir”. He sido lector muy intenso del psicoanálisis, conozco profundamente las ideas de Freud y adhiero mucho al mecanismo del psicoanálisis. Lo hice con un maestro, un hombre de un equilibrio y sabiduría que hizo que me encuentre mucho mejor y que pueda enfrentar con mejores herramientas la vida. Creo mucho en el sistema, el método.

–¿El psicoanálisis tuvo que ver con tus problemas con las apuestas de caballo?
–Fui un hombre que gusté mucho del juego intenso. Tengo que trabajar mucho siempre para no caer en esa adicción, que uno no la saca sino que la transforma y la sobrelleva, pero no se cura de fondo. Al hipódromo no voy más, porque soy un apasionado del turf, pero mi debilidad me hacía meter en problemas. Puedo ser ahora un hombre que moderadamente concurre a veces a lugares de juego, no al hipódromo, que está prohibido. Es una debilidad. Soy de ahí, pertenezco a ese grupo.

–¿El fanatismo por la lectura viene de familia?
–En mi casa, mi papi y mi mami fueron maestros de inculcarnos ese virus de la cultura popular, de la voracidad por conocer escritores, directores de cine… En mi casa se leía un cuento a la noche después de la cena. Mis viejos nos invitaban a que hiciéramos un cuento, lo leyéramos y lo discutiéramos. Mi mami es guionista de cine y narradora oral. Los narradores aprenden de memoria un cuento, lo reducen, dejan la esencia y lo interpretan. Yo sólo leo. El más grande lector de cuentos por radio fue, es y será Hugo Guerrero Marthineitz.

–Aunque muchos piensan que sos del interior, naciste y te criaste en Capital.
–Debe ser por mi lenteja que piensan eso. Soy más lento que un bolero. Entonces, como el interior tiene esa pausa linda, la gente se cree que soy de la provincia de Buenos Aires o del sur de Santa Fe. Pero soy porteño, nací en Villa Urquiza, vivía en la calle Colodrero, entre Cullén y Rivera, y me crié en la plaza Echeverría, en Triunvirato y Rivera.

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