jueves, 19 de junio de 2008

La “tecnologización” del lenguaje

Trabajo hecho por una obligación académica, pero que quizás valga la pena leer. Saludos
M.a.r.c.e.l.o.
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CAMBIOS
La “tecnologización” del lenguaje

El paso del tiempo y el cambio en la cultura llevan aparejados cambios en las sociedades, que en la búsqueda de adaptarse a los nuevos tiempos recurren a las modificaciones en sus lenguajes, ya sean mediante la invención de nuevos conceptos o agregando connotaciones a los preexistentes. En este sentido se mostrarán las modificaciones sufridas en los signos lingüísticos a partir de la masificación de las computadoras e Internet en la sociedad.

Analizar en estos momentos la ‘tecnologización’ del lenguaje no tendría un porqué específico si no fuese porque una medición reciente realizada por el INDEC indicó, entre otras cosas, que crecieron un 16.4 por ciento los hogares con Internet, aumentando la cifra de computadoras con acceso a la web a más de 3 millones.

En este contexto surge la necesidad de hablar del lenguaje, la terminología y los cambios que se producen en la lengua, que, tal como señaló Ferdinand de Saussure, “la lengua no es más que una determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos”
[1]. La lengua es un sistema que existe por contrato de la gente para crearla, es de una dimensión social, se comparte, sostiene Saussure.

Asimismo Saussure afirma que el signo lingüístico es mutable e inmutable al mismo tiempo. Es inmutable debido a que no se puede cambiar ya que para ello se necesita justamente de un consenso social, asimismo la relación entre significante y significado es arbitraria. Por otra parte, la inmutabilidad es debido a que al hombre lo rige la ley del mínimo esfuerzo, lo cual lleva a no batallarse en cambiarlo; otro de los condicionantes a que el signo no sea mutable es que a cada persona esta conforme con el idioma que habla, por último, para cambiar el lenguaje es preciso conocerlo y éste, es demasiado complejo.

Por otra parte, el signo lingüístico es mutable por el tiempo y por la masa hablante. Además es alterable debido a las mismas cosas por las que es inmutable, es decir, por la arbitrariedad de la relación significado significante, pero principalmente por que el signo lingüístico es “hijo” de la cultura, por ende necesita ir nombrando cosas a su paso.

En este sentido, desde que la computadora e Internet se expandieron en toda la sociedad, y la mayoría de las personas tienen acceso a los nuevos avances de la informática por medio de procesadores en los hogares o mediante cibercafés, que se reproducen como los maxikioscos en la década de los 90’, el lenguaje ha sufrido un cambio.

Dicho cambio podría decirse que es obligado, en el sentido en que, la sociedad en general, pero específicamente los porteños, adoptaron como un elemento fundamental de sus vidas a la computadora, Internet y por ende las comunicaciones cibernéticas.

Incluso, dentro de ese nuevo mundo ‘tecnologizado’ y cibernauta, surgieron palabras o elementos como el e-mail, el fotolog, el blog, el facebook, los pen-drives, el videolog o términos como googlear, zipear, backapear, rooteando, mp3, chat, “subir” o “bajar”, estos dos últimos, en un sentido distinto del conocido.

Para comenzar a analizar alguna de las nuevas terminologías, es conveniente utilizar una explicación de Jorge Luis Borges en El lenguaje de Buenos Aires que afirma que “no hemos variado el sentido intrínseco de las palabras, pero si su connotación”
[2]. Esto es algo que está, al mismo tiempo, relacionado con lo que aseguraba Saussure al hablar de mutabilidad del signo. En este sentido, tal como se señaló, palabras como ‘subir’ o ‘bajar’ tienen una nueva connotación al ser utilizadas en Internet. Mientras que la Real Academia Española señala en ambos términos una relación de altura o posicionamiento respecto a un movimiento, en la web se utilizan los vocablos como la acción de integrar a la red nuevos archivos (subir) o descargarlos de ella (bajar).

Quizás la expresión que más llame la atención, y que ha atravesado más capas de la sociedad por su frecuente uso, sea “googlear”. Para entender esto es oportuno citar a José Edmundo Clemente en El lenguaje de Buenos Aires, quien indica: “Bien dice Ortega que toda palabra fue en su comienzo una metáfora”[3], agregando que “siempre la metáfora es arbitraria, por que pretende ser original”[4]. De acuerdo a ello, “googlear” proviene de la acción de utilizar el buscador de Internet llamado Google. Del uso del buscador, es que se le llama “googlear” a las operaciones de búsqueda de información, incluso independientemente del uso específico de dicho portal.

Claro que no todo se reduce a googlear algo o alguien, sino que el uso de nuevas herramientas de Internet, como lo es el Fotolog (un sitio donde cada cibernauta puede mostrar sus fotos o imágenes) o el Blog (sitio donde cada uno puede expresar sus ideas, además de “subir” videos, fotos, archivos, etc) o el simple hecho de chatear (utilizar el chat, un programa de mensajería instantánea de uso online) obligan a las personas a conocer su significado, ya que, tal como Clemente asegura: “El lenguaje […] tiene una finalidad social y común: intercomunicación”.

De acuerdo a las nuevas palabras que se generan mediante la inclusión de la tecnología en la vida social de las personas, o las nuevas acepciones que reciben otras, resultan acertadas las afirmaciones de Saussure sobre la mutabilidad del signo lingüístico. Algo que señalaba el lingüista es la relación del signo con la cultura de la sociedad, por ello, la aparición de las computadoras e Internet marca el cambio en la sociedad y en la cultura de la misma, lo que explica la relación del cambio del lenguaje y la inclusión de nuevos términos, al cambio en la cultura de determinada sociedad.


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[1] Saussure, Ferdinan de. Curso de Lingüística general. Buenos Aires, Losada. Pag 51
[2] Borges, Jorge Luis y Clemente, José Edmundo. El lenguaje de Buenos Aires. Buenos Aires, Emecé, 1998. Pag 26.
[3] Ibidem Pag 78.
[4] Ibidem Pag 100.